Siempre me llamó la atención esas películas y esas series de televisión donde el protagonista consigue estacionamiento en la puerta del lugar donde iba, sale del auto en un solo movimiento, y en tres saltos está frente a su víctima (o su protegido) para decirle dos palabras convincentes, divertidas e irrefutables.
¿Ese tipo que sale triunfante de todas las situaciones sólo existe en la ficción? No no no. Damas y caballeros: han conocido ustedes a Gonzalo.
La primera vez que lo vi estaba sentado a cinco alumnos de distancia en la secundaria. Era el más fachero de la clase: pelito lacio largo, sonrisa permanente, ojos claros de mirada profunda y una expresión de que estaba pensando alguna broma. Me pareció tan lindo que no me di cuenta de que su nariz tenía como un codo en el medio. Pero eso el año siguiente ya no estaba, ahí me di cuenta de que el joven estaba dispuesto a invertir unos pesitos en ser perfecto.
Éramos unas tres o cuatro las idiotas que nos babeábamos por Gonzalo y llegué a odiar a Alaska (no me pregunten el nombre pero a esa chica la llamábamos así). La loca le permitió ser su valijita y él la llevaba de un lado para el otro y no porque se hubiera enamorado como un adolescente, bueno era un adolescente, sino porque el culito de Alaska aportaba a su imagen de ganador. La mirada de Gonzalo lograba convertir en transparente todo aquel ser que no tuviera grandes chances de ser perfecto, integrar su núcleo era imposible pero muy muy esperado. Yo sabía que era un hijodeputita pero me tenía boba.
¿Ese tipo que sale triunfante de todas las situaciones sólo existe en la ficción? No no no. Damas y caballeros: han conocido ustedes a Gonzalo.
La primera vez que lo vi estaba sentado a cinco alumnos de distancia en la secundaria. Era el más fachero de la clase: pelito lacio largo, sonrisa permanente, ojos claros de mirada profunda y una expresión de que estaba pensando alguna broma. Me pareció tan lindo que no me di cuenta de que su nariz tenía como un codo en el medio. Pero eso el año siguiente ya no estaba, ahí me di cuenta de que el joven estaba dispuesto a invertir unos pesitos en ser perfecto.
Éramos unas tres o cuatro las idiotas que nos babeábamos por Gonzalo y llegué a odiar a Alaska (no me pregunten el nombre pero a esa chica la llamábamos así). La loca le permitió ser su valijita y él la llevaba de un lado para el otro y no porque se hubiera enamorado como un adolescente, bueno era un adolescente, sino porque el culito de Alaska aportaba a su imagen de ganador. La mirada de Gonzalo lograba convertir en transparente todo aquel ser que no tuviera grandes chances de ser perfecto, integrar su núcleo era imposible pero muy muy esperado. Yo sabía que era un hijodeputita pero me tenía boba.
Ni siquiera se proponía ser un ganador. Pero atrás de esa imagen avasallante de tipo que no se despeina en el huracán descubrí un buen compañero, un amigo incondicional, un tipo inteligente y… ejem… un buen amante y… luego un esposo. Bueno, me casé enamorada de Gonzalo, era imposible no enamorarse de un chico tan… tan… tan todo. Nunca se le pasó una fecha, ha sido muy galante y muy generoso, romántico. Y sus genes ganadores eran auténticos, el loco no andaba en ningún negocio raro, no tenía contactos que le facilitaran las cosas pero le salía todo bien. Nunca lo vi masticando chicle pero siempre tenía aliento a menta. Nunca lo vi arreglándose el pelito pero siempre lo tenía perfecto. Nunca lo vi haciendo colas ni colándose ni sobornando para entrar pero en la puerta de todos los boliches, restaurantes, bancos y lugares para hacerse el documento, Gonzalo se acerca a la entrada, hace un par de preguntas a alguien de la puerta, conversa unos minutos y lo atienden.
Gonzalo es de esos que llega a otro país (dato real en Chile) y ya en el aeropuerto se le acercan desconocidos para ofrecerle traslado a cuenta del hotel (y sin haber hecho reservan en ningún hotel). Debe ser porque el loco tiene pinta de celebridad, se ve como una mezcla de actor de telenovela juvenil con empresario emergente pero en la vida real es un simple oficinista que ha escalado puestos lentamente, sin pisar cabezas y a fuerza de sacrificio. Así y todo (ya casados) consiguió el máximo galardón laboral de toda su carrera: el traslado a Miami.
Lo conversamos mucho durante mucho tiempo. Aceptar el traslado era el sueño de su vida y casi no se interponía con el mío que era recibirme en Bellas Artes. Digo casi porque si se hacía el traslado en ese mismo momento yo tenía que interrumpir mi carrera pero ahí apareció el hombre que conquista el mundo con su sonrisa y el poder de la palabra y postergó su traslado un año.
Bueno, ya en Miami, con esposa recibida el caballero del buen puesto de trabajo no exigió a la señora que se consiguiera un empleo de lo que fuera sino que se tomara el tiempo que fuera necesario en encontrar algo de su especialidad pero, para no dejarla decaer ni aminorar su imagen de marido ganador: ella "podía" (tenía que) pasar unas horitas diarias en el gimnasio para seguir siendo objeto de deseo y de imagen del marido. No me quejaba mucho al principio, después de terminar los estudios tomarme mi tiempo para aclimatarme a Miami hasta conseguir un buen empleo y mientras tanto hacer buena vida no era para quejarme. Peeeeeero…
Comencé a conversar con desconocidas del gimnasio y una joven indiscreta prometió delante mío (por no conocerme) que iba a convertirse en la próxima víctima de ese joven que ya se había cojido a todas las atorrantas del gimnasio. Dicho en castellano antiguo: Gonzalo me estaba cagando.
Al deshacerse la madeja aparecieron en el historial del maridito feliz otras señoritas miamenses y atando cabos y llevando el cronómetro para atrás aparecieron otras en Argentina. El muy guacho se acostó con todas mis amigas y las muy guachas formaron una red de encubrimientos perfecta que duró años y kilómetros hasta que se destapó la olla. En resumidas cuentas: desde Alaska hasta Miami, el Gonza se cojió a todas mientras yo recortaba figuritas como el viejo Matisse o me preocupaba de que mis tríceps no se ablandaran.
El resto también vamos a hacerlo rapidito: bronca, llantos, vergüenza, divorcio, juicio y paquete de guita para la tontorrona que soñó que esa naricita de Photoshop podía traer al mundo una nueva generación de winnercitos.
De esto pasaron ya 3 añitos, el joven Gonzalo subió casi 10 kilos, perdió el empleo y el pelo, sus amiguitas se casaron y su ex esposa aprendió a ganarse la vida, a elegir mejor a sus amistades, a no necesitar de una catarata de éxitos para sentirse bien, a soñar nuevamente con el amor y a contar algunas indiscreciones en un blog (más que nada para que alguien le mande saludos a Gonza y le cuente que sin él se vive mejor).
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on lunes, junio 29, 2009
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40 millones de cosas me dijeron!!!