Las tortillas de papa me salen cada vez mejor (recuerden, viejos nostálgicos, mi post tortillero del 24 de Abril ¡uy! ya 3 meses bloggeando y yo pensé que no pasaba de las 3 semanas).
Le agarré la mano, a las tortillas (me volé pero ya retomé el tema), castigué a algunas amigas agasajándolas en casa con las tortillas que se me quemaron, las que se me desarmaron y las que me quedaron saladas o bobotas, pero tengo que admitir que ahora sí me luzco. Bueno, en realidad con una tortilla de papa una no se luce mucho, no es precisamente un plato gourmet. Para lucirse siempre hay algunos bocaditos que se compran congelados y se dejan media hora en el horno y varias cositas baratas de esas que si las ponemos en platitos elegantes pasan por elegantes. Hasta la misma tortilla de papa cortada en cubitos, decorada con un tomatito cherry y presentada sobre un colchón de lechuga da un aspecto rústico y sofisticado.
Conclusión: la lechuga tiene como única propiedad en la escala alimentaria hacer que la comida parezca más y mejor que lo que es.
Esto lo descubrí en un local perteneciente a una cadena de comida rápida (no digo McDonnald's porque éste es un blog honrado). Me di cuenta que si no me comía las papas me quedaba con hambre porque la hamburguesita no era muy suculenta, así que un par de veces me pedí que me agrandaran mi menú, lo que consistía en el mismo redondelito de carne (espero) perdido entre los dos panes pero rodeado de una avalancha de bastoncitos de papas de un largo que nunca ví en las papas reales y un balde de Coca-Cola. Y no exagero, son vasos brutales, gigantescos que es imposible tomarse todo eso.
Algunos dirán: ¿Queeeeé? ¿La exitosa cadena del payasito amarillo tirando litros y litros diarios de bebida carbonatada a la cloaca porque sus comensales no se los pueden terminar?
Respuesta: No, tontorrones, las tres cuartas partes del vaso/balde/molde de castillitos de arena las llenan con hielo y lo que tiran a la basura es agua derretida, que es más barata que la Coca-Cola y si la malgastamos es un problema del planeta, no de esta prestigiosa cadena de alimentación al consumidor.
Bueno, debido a esas experiencias y sumado a la aparición de granitos que erradiqué hace unos 15 años decidí no aparecerme más por esos lugares y empecé a ir a otros sitios donde sirvieran almuerzos más sanitos (y también con ganas de que no me engañen más con esos combos tramposos).
Cerca de donde trabajo hay un local sencillo con un menú accesible pero con la gloriosa peculiaridad de tener buena diversidad de ensaladas, así que cada día probaba otra, combinaba aderezos, agregaba pechuguitas en cubitos, jamón o huevo duro, cambiaba los cubitos de queso por aceitunas y miles de experimentos nuevos cada día, pero en lo único que notaba que a la casa le significaba algún problema era pedir hojas de espinaca (rúcula o berro) en vez de lechuga. Parecía que la lechuga para ellos era sagrada, pero todo lo demás estaba bien, así que no me molestaba y hacía la vista gorda.
Así por casi 3 semanas. El miércoles fui a almorzar con Lili y tuvimos la genial idea de pedir una ensalada más grande, para compartirla y después matarnos con café con torta.
Quedó develado el misterio de las sagradas hojas de lechuga: sólo cumplen la función de hacer que un plato parezca más abundante.
El chef debe estar acostumbrado a cocinar para arqueólogos o mineros porque Lili y yo aparte de una montaña de lechuga y dos bocaditos de jamón sepultados entre el verde espeso amazónico no encontramos nada. Si alguien quiere aprender a atender a dos chicas que están por tomarse un café con torta, preste mucha atención a las recetas (más bien a las medidas):
Si quieren pueden también agrandar la bebida, siempre será el mismo cuarto litro de Coca-Cola, pero si una paga más se lo sirven en un vaso gigante lleno de hielo.
Señores fabricantes de lechuga, disimulen un poco. Ya se les nota que se ganan la plata fácil. Nieguen de vez en cuando la abundancia de lechuga para que una se crea que les cuesta y tienen que mezquinarla. Fabriquen otro producto basado en la lechuga y hágannos imaginar que la lechuga no es sólo el decorado de los platos.
O directamente impriman fotos de lechuga en los platos y dejemos de tirar tanta comida.
43 millones de cosas me dijeron!!!