¿Y mi blog?
Ojo, es nada más un qué tal, o sea que pasé a saludar, no a quedarme… no estoy para de nuevo llenar un espacio con gente linda, encariñarme y desearlos de lejos, pero la verdad que tenía ganas de saludar.
Y esto es eso, nada más que un saludito.
Cada día se cierran 674.228 blogs en el mundo. No da para hacer un drama de esto, escribir una carta de despedida, exponer razones, mencionar a los que me acompañaron, prometer que el contacto seguirá vigente, ilusionar con que prontito regreso (o ilusionarme con que alguien se ilusiona con mi regreso).
Puse mi primer post el 17 de Abril y aunque no pasó mucho tiempo viví de todo. Así que me digo, y de paso les digo que Mis Cosas & Mil Cosas:
¿Quién se acuerda de esa película? Yo la vi cuando ya era una película vieja y me sirvió para enamorarme de Daniel Day-Lewis, que ya también era viejo pero de ahí me quedó latente el amor por los caballeros mayorcitos (en especial con ese nombre).
Bueno, toda esta intro para traer a la mente lo útiles que son las partes del cuerpo que a veces debemos privarnos de usar. Favor de abstenerse de comentarios picarescos sobre el celibato porque hablaba de mi pie izquierdo.
No es de público conocimiento pero para algunos no es novedoso que practico deportes fuertes. Y bueno, como todos me advirtieron: a golpes se hacen los hombres pero se deshacen las mujeres. Tarde o temprano me iba a ocurrir y me ocurrió en mi clase de kickboxing de anoche. En plena práctica, me disponía a impactarle mi pie izquierdo a mi oponente y viendo que ella no tenía correctamente protegido su rostro decidí en una fracción de segundo cancelar la patada y terminé cayendo con total torpeza y cruel comicidad sobre el lado derecho de mi cuerpo.
Resultado Nº 1: Esguince de muñeca y fractura de segunda falange del meñique derecho.
Resultado Nº 2: Pasé a ser temporariamente uno de esos personajes que para lograr su desempeño diario necesita contar con la colaboración de sus cercanos.
Resultado Nº 3: Comenzaron a aparecer personajes que sospechaba que eran incondicionales pero acá se juegan y convierten mis sospechas en hechos contantes y sonantes. Puntualmente un caballero que se niega a ser mencionado y no puedo hacerle trampa (porque en este momento está tipeando lo que le dicto) se ha convertido literalmente en mi mano derecha haciéndose cargo desinteresadamente de asistirme en tareas de blog, cortarme la comida, aguantar mis lamentos y las ligeras alteraciones de mi humor, sumado a otras funciones que ya cumplía y no describiré por pudor (de él).
He descubierto, no sin sorpresa, que la motricidad de mi mano izquierda es menos inútil que lo que me venía prometiendo desde que la conozco y que la suma de los tres deditos del medio más el pulgar de mi derecha no suplen al meñique por el que nunca di un centavo.
Valió la pena tener que sufrir de dolor para sentir que elegí bien a la persona que lo aliviana.
Valió la pena evitar el uso de mi pie izquierdo para descubrir qué valiosa que es mi mano derecha.
No quiero saber nada de "jamás me arrepiento de lo que hice sino de lo que no hice" es una hermosa filosofía de vida, denota la valentía de haber tomado caminos inciertos y haber aprendido la lección si después nos damos cuenta de que eran incorrectos.
Pero igual nos arrepentimos de cosas, así que usted jovencito de la fila del medio, sí sí, usted que se las sabe todas: ablande su corazoncito por un minuto, sáquese los dedos de la nariz y admita que a veces mete la pata.
Estamos tan tecnologizados que notamos a diario mil veces que la informática se metió en nuestras vidas: no concebimos una jornada laboral sin PC, tenemos internet en cada lugar en el que nos metemos y donde no hay una fichita ethernet es porque hay conexión inalámbrica. Online estudiamos, trabajamos, encargamos pizza, bloggeamos, compramos, nos distendemos chateando y nos amargamos cuando falla la conexión.
Cualquier distraído podría asegurar que la compuatción se metió en cada pequeñez de nuestra vida diaria hasta que algo sucede y descubrimos que al teclado de nuestra vida le falta una tecla:
Y nada menos que la Z domas y caballitos!!! No solamente no la pronunciamos con su ibérica articulación interdental, fricativa y sorda sino que no la tenemos en actos cotidianos donde hace falta y se la extraña:
- Me pasé un semáforo rojo y 2 segundos después escucho la sirena del patrullero.
- Se me quemó la tortilla por meterme a darme una "duchita rápida".
- Le dije a ese chico divino pero comprometido que es divino.
- Me compré una tele o una mochila apenitas más barata que la de mis sueños y anhelo la otra.
- Me acordé del cumpleaños de alguien que quiero 3 días después.
- No llamé a una prima para su cumpleaños (aunque me lo acordé) porque es insoportable.
- Me propuse cortarla con los dulces y llegué a casa con 2 paquetes de chocolate artesanal.
- Pensé que el solcito de las 6 de la tarde no necesitaba filtro y estoy hecha un camarón.
El tipo se metió en el negocio no como si fuera a comprar sino como si él mismo fuera la mercadería.
No era un horario muy concurrido (martes a la mañana) y las casas de antigüedades nunca se llenan como una de videojuegos, así que lo usual es que el cliente pase, mire, revise y se vaya o se acerque al mostrador con alguna consulta/compra. Pero justo hoy había un poco de gente. La cuestión es que el gordito de barba, sin pasearse entre los artículos en exposición se acerca al mostrador y respeta su segundo lugar en la cola esperando que un cliente terminara de pagar. El que estaba por salir lo saluda feliz y le da la mano. Ante la llegada de un cliente me acerco con mi misma sonrisa gentil, ni más pronunciada ni menos que siempre: la misma.
Camino al mostrador hago una escala disimulada de medio segundo para escupir el chicle. En esa fracción de tiempo el dueño del local abandona su oficina y con una sonrisa que habitualmente no practica me pide que lo deje atender a él al cliente que acababa de entrar. Extraño, siempre me pide al revés. Sin mucho preguntar me dispongo a pegar la media vuelta y en mi movimiento puedo notar que el cliente que ya se iba sigue con su enorme felicidad pero ahora posando frente a su celular y abrazando al nuevo cliente que estaba por ser atendido. Me asombró tanto esa escena que no me terminé de ir para ver hasta dónde llegaba este ataque de dicha que les pegó a todos los presentes.
El dueño sacó de abajo de la manga una simpatía que no le conocía. Saluda muy efusivo al nuevo cliente y despide muy amablemente al que se iba y hasta me integra gentilmente al grupito y me presenta con el de barbita. El cliente, muy correcto me da la mano fuerte y me sonríe mirándome a los ojos como esperando ser reconocido. Es Nick Johnson, me dice el dueño y atino a contestar: "Hi, Nick".
☀1☀ Nick Johnson está acostumbrado a que donde llegue se le separen las aguas para hacer entradas proféticas, pero esta vez recogió apenas un cordial "Hi, Nick". Pude imaginarlo descolocado como si Mick Jagger se subiera al metro de Nueva York y nadie lo reconociera, dolorido y hasta insultado por la indiferencia con que los no famosos nos relacionamos a diario. Me imaginé a Sabina tomando un vuelo de Lima a Hawaii: miles de fans despidiéndolo en un aeropuerto y el sonido de grillitos recibiéndolo en el segundo.
☀2☀ No estoy acostumbrada a ver famosos, no sé cómo reaccionaría. No sé si me sacaría fotos, si le pediría un autógrafo o si fingiría calma para que no me dé vergüenza ser tan mortal. A Maradona lo hubiera abrazado hasta perder compostura, total él ya está acostumbrado y difícil que lo vea por segunda vez en mi vida. A Darín le diría que pasé toda mi adolescencia enamorada de él y que me debe al menos un beso. ¿Pero a Nick Johnson? Es como pasar la tarde con el Dalai Lama sin tener idea de quién ese viejito de ropita excéntrica.
La desilusión "yapa" sería la que generamos entre los que sí se entusiasmaron con el famoso que no reconocimos. La gente que estaba ahí esperaba en mi la misma emoción que sentían ellos. Es como si en un campamento, a nuestra carpa se acercaran 3 aliens saliendo de su nave y uno de nosotros prefiriera quedarse adentro con los jueguitos de su celular.
No sé si esta mañana dí vergüenza por ser tan indiferente a la mega-estrella, si pasé por una agrandada que lo ignoró o si causé admiración por lo natural que me comporto con ese tipo de visitas, lo que sí, me quedé con ganas de conocer a algún famoso.
Mi mamá me dijo que no hablara con extraños pero más de la mitad de los extraños con los que hablé se convirtieron en mis amigos de fierro. Entonces me confesó que ella misma alguna vez fue una extraña, que ser extraño es inevitable pero muy distinto a ser ajeno.
Me dijo que no es eterna y que tenía que apurarse a enseñarme a volar porque no son los pichones los que abandonan el nido sino los viejos.
Me dijo que no llorara por idioteces porque todas las lágrimas son iguales a la vista de los demás y el que agota la atención ajena en raspones no consigue asistencia en quebraduras.
Me dijo que cuidara una mascota aunque sea chiquita o una plantita aunque no me guste, aunque me queje del trabajo que da. Que ojalá me encariñe mucho y que entienda cómo me retribuye pero si no, es suficiente con que la observe mucho. Que note que estoy cuidando algo vivo y que de mi esmero o indiferencia cambia su calidad de vida.
Me dijo que no sabe qué es la muerte pero que la de los demás es una mierda y que es un pago injusto para el que cuida algo vivo y se encariña mucho. Me dijo que la muerte propia no debe ser tan mala, que si uno tiene al día todas las cuentas se lleva esa tranquilidad a la eternidad.
Ella cuidó a mi papá.
Yo no cuidé a mi albahaca por una semana. Está tristona y arrugadita pero hace dos días que le doy agua y sol y parece haber revivido.
No sabés cómo perfuma el balcón, me tiene menos tristona y arrugadita.
Cuidame, viejita desconocida.
¿Quién nunca buscó en Google su nombre?
Todos los que levantaron la mano pueden tomar asiento, son unos chicos muy buenos y a los otros les espera el infierno por mentirme en mi propia cara. Yo busqué mi nombre varias veces (como vos aunque no lo admitas y no la sigo porque me sube la presión) pero a mi me fue como el reverendo google. No es que esperaba ver mi biografía ni la misma cantidad de fotos que la perra esa de Angelina Jodí pero algo al menos que haga mi anonimato menos evidente. Encima no aprendo, sigo buscando, avanzo en las páginas y encuentro fotos como esta alegría para los roedores (click), como esta bella ubicación (otro click) o como este bofetón a mi buen nombre y honor (último click).
Bueno, precisamente porque todos (aunque los tres esposados que se están llevando no lo reconozcan) han pasado por esta experiencia autorreferencial es que modificaré los verdaderos nombres de los personajes que mencionaré en breve, aunque estarán a disposición de quien me los requiera en consulta particular de aranceles accesibles.
Y no lo digo sarcástica, de verdad que lo son. Cuando nos cruzamos en el ascensor son cordiales, cuando me ven salir con la bici me ayudan a sostenerme la puerta abierta, me aguantan algunos excesos sonoros o me lo reclaman con cortesía. Siempre alguna sonrisa se cosecha entrando o saliendo del condominio.
Cuando llegué a vivir al edificio contraté a Comcast que me iba a dar televisión por cable, teléfono fijo e internet de alta velocidad. Todo en un solo paquete. Buenísimo pero con el correr del tiempo preferí cambiar de cable a satélite y anular el teléfono fijo que jamás usaba y al quitarle dos servicios al paquete ya no fueron tan eficientes. Por un tiempo luché para que me mantuvieran la señal de internet, que en realidad debían llamarlo interminet porque me llenaron de excusas pero el servicio era intermitente.
En unas de las veces que perdí señal, buscando en las opciones de mi AirPort descubrí que mis generosos vecinos acudían nuevamente a mi salvataje. Se me ofrecían gratuitamente sin contraseña las redes inalámbricas de mis vecinos A y B que aparte eran estables. Comencé a usarlas con un poquito de culpa, como con miedito de que les estaba haciendo daño a estos chicuelos. Lily (amiga y turra, en ese orden) me abrió los ojos a una serie de nuevas realidades:
- Que alguien les quite señal para cosas livianas no los perjudica.
- Jamás van a saber que alguien les quita señal.
- Si lo llegan a descubrir jamás sabrán que fui yo.
- Puedo usar a veces la red A y a veces la red B para que cada vecino sospeche menos.
Además no tengo idea qué vecinos son los dueños de esas redes, así usar algo ajeno que no sé a quién pertenece es como menos descarado (o al menos un golpe más suave para mi conciencia).
La cosa es que corté el servicio de Comcast y llevo meses dando vueltas por todo el departamento con mi laptop viejita y destartalá pero fiel y en todos los rincones encuentro señal. A veces A se pone más débil y B está hecho todo un semental, a veces es al revés y otras veces se ven a los dos como cansaditos pero entra en escena un tal C muerto de ganas de llenarme la compu de bits y megas.
Cierta tarde la ☀Pau☀ (como me encontró Google en un sitio catalán y especulo con la llegada del amigo Jove para ver si sabe de qué se trata), o sea yo, bajó a disfrutar de las sombrillitas de la piscina del edificio y descubrió no sin agradable sorpresa que las redes solidarias inalámbricas y sin contraseña de los vecinos A, B, C y el recién llegado D estaban en su máximo esplendor y deseosas de estallar en borbotones de internet.
Navegué toda la tarde, blogueé, chateé, bajé música, contesté e-mails y hasta busqué mi nombre en Google (sí, como todos ustedes) a mis anchas y despatarrada sin temor de tomar cuanto el manantial informático me ofrecía.
En un momento, se me acerca con carita de buen vecino preocupado un señor mayor, y después de un par de formalidades cortitas va directo al grano:
–Usted, señorita ¿tiene buena señal de internet acá?
Todos los dedos del Juicio Final apuntaron a mi rostro que en una fracción de segundo adquirió el color del más avergonzado de los tomates. Estaba frente a A, B, C o el recién llegado D y aquel anonimato del que tomé por meses bits y megas tenía gorrita con visera y carita de preocupado. ¿Le miento que tengo servicio propio y que pago extras para que llegue tan lejos de mi departamento? ¿Le reconozco que todas las veces que él tuvo media señal yo tenía la otra mitad? ¿Le digo aidón piquínglish y salgo corriendo? ¿Me saco la bikini y le pregunto si le gusta la pornografía? De abajo de la manga me salió una respuesta que no sé si me creyó: No lo sé, estoy leyendo no navegando.
El Sr. A, B, C, D o tal vez E me contestó sonriente:
–American Corporate… la mano derecha no sabe qué está haciendo la mano izquierda. Anulé el servicio de Comcast hace dos años, ya no me lo facturan, todavía no me lo cortaron y capto señal hasta desde la placita de enfrente.
Hace unos días di a conocer en varios foros mi descontento con la existencia de Facebook, no sólo jamás he creado un perfil en esa red social sino que no me entretiene el sitio y hasta me da cierta paranoia la cantidad de información que queda en manos de entes controladores.
Sin embargo Masa, un usuario curioso de esa tan amplia y unida comunidad matando su soledad de forma productiva descubrió que mi mail tenía un perfil de Facebook con una cara, un nombre y un apellido que no necesariamente se asemejan a mi fisonomía de origen:
Sin deseo de fanfarronear, no nos parecemos mucho. El caballero se llamó a sí mismo Jimmy Churry, un hecho desbordante de creatividad y jolgorio pero en su diversión puso mi mail!!!! ¿Con qué derecho, amigo Jimmy? ¿Con qué permiso? ¿Nos conocemos? ¿Te debo algo?
Yo, idiotita e inocentemente, recibía con frecuencia mails provenientes de Facebook y los iba ignorando suponiendo que eran mails colectivos de esos que no manda nadie ni van destinados a nadie pero andan merodeando por el ciberespacio y aterrizando de mail en mail como abejita recolectando el néctar de las flores. Hasta que maternalmente Andreita me dijo con ternura budinera: "te están hackeando zonzita"(lean el rosa como rosa porque me lo dijo en rosa) y en 5 segundos me guió paso a paso en esas tierras facebookenses donde soy forastera, para arrebatar mi propia identidad y que lo que era mío regrese a mi.
¡¡¡Ídola Andre, te agradezco montonazos!!!
Cambiamos contraseñas de Facebook, Hotmail, Blogger y hasta del microondas, pensamos seriamente cerrar esa cuenta que jamás abrí y cuando se me bajó el pánico de haber sido revisada y que se metan entre mis cosas, me dio como penita cerrar el Facebook de Jimmy Churry. No sé, es que entre las 4000 estupideces que tenía había también cosas divertidas como su obsesión con los sandwichitos de miga o un álbum de fotos de su supuesta fiesta de 15.
De alguna forma he hecho las paces con el estúpido de Jimmy Churry (al que jamás sabré quién es ni cómo contactarlo). Hasta adopté unas medias re-mononas que las puso en joda pero están lindas de véritas.
Así y todo no puedo dejar de preguntarme qué cuernos tiene alguien en la cabeza cuando elige lo que ya tiene dueño. Si todo es gratis en internet ¿qué necesidad hay de agarrar una cuenta de hotmail de otro? ¿querés saber de mi intimidad? Hacete amigo mío y te cuento lo que te interese. ¿Te gusta demasiado el nombre que me elegí para mi e-mail? Pedímelo en buena y a lo mejor hasta me abro otro y te dejo ese… no sé, puedo ponerme de tu lado y cederte lo que busques o negociarlo, pero no me lo arrebates, no te lo lleves sin permiso, no te metas en mis cosas y ojo: no toda persona en pánico se apiada como yo de tus chistes idiotas, otros te van a bajar todos los dientes.
Me quedé pensando qué es la intimidad, qué es la propiedad sobre algo, cuál es el morbo de hurgar las pertenencias ajenas y hasta se me ocurrió un ejercicio. Hace un ratito abrí una cuenta de gmail y un blog (http://blog-incierto.blogspot.com) pero la diferencia es que los datos privados los hice públicos:
Nada más, no hagan el esfuerzo de quitarme la sonrisa que estoy de vacaciones.
☀Pau☀
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