Buenos Vecinos
2009
¿Quién nunca buscó en Google su nombre?
Todos los que levantaron la mano pueden tomar asiento, son unos chicos muy buenos y a los otros les espera el infierno por mentirme en mi propia cara. Yo busqué mi nombre varias veces (como vos aunque no lo admitas y no la sigo porque me sube la presión) pero a mi me fue como el reverendo google. No es que esperaba ver mi biografía ni la misma cantidad de fotos que la perra esa de Angelina Jodí pero algo al menos que haga mi anonimato menos evidente. Encima no aprendo, sigo buscando, avanzo en las páginas y encuentro fotos como esta alegría para los roedores (click), como esta bella ubicación (otro click) o como este bofetón a mi buen nombre y honor (último click).
Bueno, precisamente porque todos (aunque los tres esposados que se están llevando no lo reconozcan) han pasado por esta experiencia autorreferencial es que modificaré los verdaderos nombres de los personajes que mencionaré en breve, aunque estarán a disposición de quien me los requiera en consulta particular de aranceles accesibles.
Y no lo digo sarcástica, de verdad que lo son. Cuando nos cruzamos en el ascensor son cordiales, cuando me ven salir con la bici me ayudan a sostenerme la puerta abierta, me aguantan algunos excesos sonoros o me lo reclaman con cortesía. Siempre alguna sonrisa se cosecha entrando o saliendo del condominio.
Cuando llegué a vivir al edificio contraté a Comcast que me iba a dar televisión por cable, teléfono fijo e internet de alta velocidad. Todo en un solo paquete. Buenísimo pero con el correr del tiempo preferí cambiar de cable a satélite y anular el teléfono fijo que jamás usaba y al quitarle dos servicios al paquete ya no fueron tan eficientes. Por un tiempo luché para que me mantuvieran la señal de internet, que en realidad debían llamarlo interminet porque me llenaron de excusas pero el servicio era intermitente.
En unas de las veces que perdí señal, buscando en las opciones de mi AirPort descubrí que mis generosos vecinos acudían nuevamente a mi salvataje. Se me ofrecían gratuitamente sin contraseña las redes inalámbricas de mis vecinos A y B que aparte eran estables. Comencé a usarlas con un poquito de culpa, como con miedito de que les estaba haciendo daño a estos chicuelos. Lily (amiga y turra, en ese orden) me abrió los ojos a una serie de nuevas realidades:
- Que alguien les quite señal para cosas livianas no los perjudica.
- Jamás van a saber que alguien les quita señal.
- Si lo llegan a descubrir jamás sabrán que fui yo.
- Puedo usar a veces la red A y a veces la red B para que cada vecino sospeche menos.
Además no tengo idea qué vecinos son los dueños de esas redes, así usar algo ajeno que no sé a quién pertenece es como menos descarado (o al menos un golpe más suave para mi conciencia).
La cosa es que corté el servicio de Comcast y llevo meses dando vueltas por todo el departamento con mi laptop viejita y destartalá pero fiel y en todos los rincones encuentro señal. A veces A se pone más débil y B está hecho todo un semental, a veces es al revés y otras veces se ven a los dos como cansaditos pero entra en escena un tal C muerto de ganas de llenarme la compu de bits y megas.
Cierta tarde la ☀Pau☀ (como me encontró Google en un sitio catalán y especulo con la llegada del amigo Jove para ver si sabe de qué se trata), o sea yo, bajó a disfrutar de las sombrillitas de la piscina del edificio y descubrió no sin agradable sorpresa que las redes solidarias inalámbricas y sin contraseña de los vecinos A, B, C y el recién llegado D estaban en su máximo esplendor y deseosas de estallar en borbotones de internet.
Navegué toda la tarde, blogueé, chateé, bajé música, contesté e-mails y hasta busqué mi nombre en Google (sí, como todos ustedes) a mis anchas y despatarrada sin temor de tomar cuanto el manantial informático me ofrecía.
En un momento, se me acerca con carita de buen vecino preocupado un señor mayor, y después de un par de formalidades cortitas va directo al grano:
–Usted, señorita ¿tiene buena señal de internet acá?
Todos los dedos del Juicio Final apuntaron a mi rostro que en una fracción de segundo adquirió el color del más avergonzado de los tomates. Estaba frente a A, B, C o el recién llegado D y aquel anonimato del que tomé por meses bits y megas tenía gorrita con visera y carita de preocupado. ¿Le miento que tengo servicio propio y que pago extras para que llegue tan lejos de mi departamento? ¿Le reconozco que todas las veces que él tuvo media señal yo tenía la otra mitad? ¿Le digo aidón piquínglish y salgo corriendo? ¿Me saco la bikini y le pregunto si le gusta la pornografía? De abajo de la manga me salió una respuesta que no sé si me creyó: No lo sé, estoy leyendo no navegando.
El Sr. A, B, C, D o tal vez E me contestó sonriente:
–American Corporate… la mano derecha no sabe qué está haciendo la mano izquierda. Anulé el servicio de Comcast hace dos años, ya no me lo facturan, todavía no me lo cortaron y capto señal hasta desde la placita de enfrente.
29 millones de cosas me dijeron!!!