No me acuerdo si Lili no habló de otra cosa en toda la tarde o si es lo único que registré, pero estábamos las tres en el bar y cuando ya estaba sola en casa, de toda la charla sólo me quedó eso: "La maldad existe".
Yo lo negaba como una boluda, me parece que lo negaba más por inercia, por haberlo supuesto durante toda la vida o por no haber abierto más los ojos.
Yo tenía la sensación, o el prejuicio de que los malos existían pero que uno no tenía llegada a ellos. Los malos eran los mafiosos, los presos, los dictadores, los maridos golpeadores o esas personas que se ven en la tele que ríen desquiciados porque su plan malévolo les está saliendo perfecto. A lo sumo, un malo podía ser un policía o un funcionario público que no quiere entrar en razones. Pero no, hay malos que no andan vestidos de malos ni se les nota que están ahí para hacer el mal. Y a lo mejor son los peores malos, porque son las personas a las que te entregás pensando que no te van a cagar.
Nos crían de chiquitos en un hogar normal, con las peleas cotidianas pero con el trasfondo de que mamá y papá te aman y que nunca te van a hacer algo que no te convenga y menos a propósito. Entonces es ahí donde una entendió mal: no es el calor y la protección del hogar lo que no te va a cagar sino mamá y papá.
Pero en una casa donde viven dos personas que se llevan bien, que preparan la cena juntos, que se ríen mirando juntos la tele, que viajan en el auto cantando a dos gritos lo que suena en la radio y que se dicen cositas lindas antes de dormirse abrazados, tranquilamente uno de los dos puede tener en su corazón maldad auténtica. Y después que le jurás con la mirada que es el amor de tu vida, que te morís por él y que le entregás toda tu vida, él te asegura lo mismo y no se le olvida ninguna fecha (aunque sus regalos sean medio medio)… un buen día te enterás que no sos la única y cuando se lo vas a echar en cara se le nota que no le duele nada haberte fallado, haberte engañado y haberte dejado avanzar en tus ilusiones sino más bien se le nota el alivio de tener que cortarla con la farsa del enamoradito.
Y se te viene el mundo abajo porque no sólo que entregaste tu vida al equivocado y te deja con el corazón vacío sino que no te queda claro cuánto tiempo te mintió amor y le creíste, y no le importó que le creíste y te dejó confiar, entregarte y jugarte por el amor mentido. Esa es la maldad verdadera: la de saber que está haciendo daño, tener cómo pararlo y no querer.
Y cuando ya está todo claro, cuando no queda pareja por defender, todavía le queda maldad y a tu dolor le corresponde con frialdad e indiferencia, sin intención de reparar nada, sin dar explicaciones, sin culpa, ni siquiera mentirte una vez más un pedido de perdón para que tu autoestima se despisotee un poquito y con el descaro de llamarte el 6 como si nada y avisarte que tenés que pagar la cuota del auto.
Cuando Lili se despachó a gusto con lujos de detalles, no sé si fue falta de confianza, falta de valor o falta de ganas de darle la razón tan rápido, pero no pude contarle nada de Gonzalo. Sandra la miró super compenetrada sin abrir la boca ni una vez, es la única de las tres que está en pareja y el marido parece buen loco (y eso que para San Valentín le regaló una billetera).
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on domingo, abril 19, 2009
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13 millones de cosas me dijeron!!!